El 17 de octubre del año 2000 un accidente ferroviario cobró la vida de cuatro personas cuando un tren se descarriló en la localidad de Hatfield, al norte de Londres.

El tren, que se dirigía entre la estación King Cross y Leed, llevaba cerca de 200 pasajeros y estaba moviéndose a 115 millas por hora/185 kilómetros por hora, cuando se salió de las vías causando que la mayoría de los carros se salieran de los rieles.

El descarrilamiento fue inducido por la fatiga de material, el que provocó la muerte de cuatro personas e hirió a más de 70, las que padecieron fracturas y otros problemas. También se determinó que hubo mala comunicación entre el personal de la empresa, el que no tenía conocimiento de los correctos procedimientos de mantenimiento.

En términos técnicos se determinó que el riel izquierdo estaba fracturado cuando el tren pasó encima de él, avanzando 910 metros desde que se inició el accidente.

Aunque el accidente no dio lugar a un gran número de muertes, expuso las principales deficiencias de la privatizada compañía de infraestructura ferroviaria Railtrack, la que después quebró y fue restatizada.

Entre las secuelas del accidente se vieron reducciones generalizadas de los límites de velocidad a lo largo de la red ferroviaria británica y un endurecimiento de los procedimientos de seguridad.

En 2005, Railtrack y el contratista Balfour Beatty fueron encontrados culpables de violar las leyes de salud y seguridad ferroviarias.

Material involucrado en el accidente de Hatfield

El convoy afectado estaba era un Intercity 225 eléctrico, construido por el consorcio de las empresas REL, GEC-Alsthom y Metro Cammell, entre los años 1988 y 1991. Estaba compuesto además por nueve carros British Rail Mark 4.

Este tren tiene una velocidad máxima de diseño de 225 km/h, una velocidad máxima de servicio de 201 km/h y un récord en pruebas de 260.2 km/h.